El casero

Autora: Lorena

Soy Charo y vivo con mi mejor amiga, Sofía. Nos vinimos del pueblo a comienzos de septiembre para empezar la facultad. Somos muy muy amigas desde pequeñas y siempre hemos compartido muchas cosas. Ahora compartimos piso, estudios, amistades y un trabajo en un bar de copas los viernes y sábados. Y algún noviete, también, jeje.

Cuando llegó lo del coronavirus nos planteamos volver al pueblo. Las clases pasaron a ser online, el bar se cerró y el dinero dejó de entrar en la cuenta… Pero Sofía me convenció para que no lo hiciéramos. Su situación en casa no es muy buena y si volvía se iba a encontrar con un montón de problemas. Así que decidimos quedarnos.

Nos compenetramos muy bien. Las dos somos estudiosas (yo más) y a las dos nos gustan los chicos y la fiesta (a Sofía más).

Como soy muy organizada me he puesto una rutina que intento llevar a rajatabla. Tiempo para estudiar, para hacer ejercicio, para cocinar, qué días ir a comprar… Esto me ayuda mucho. Mi amiga va más a su rollo, es más caótica, aunque a veces se pone a estudiar conmigo o compartimos alguna clase de cardio.

Todo fue bien, tranquilo, hasta hace una semana. Sofía me dijo que no iba a tener dinero para pagar el alquiler y los gastos del siguiente mes. Había dado a su madre todo el dinero que tenía. Aunque la prometió que se lo devolvería Sofía sabe que eso no pasará. Por supuesto, yo me ofrecí a ayudarla en lo que necesitara.

– Cuando pase todo esto volveremos a trabajar y nos pondremos al día, no te preocupes.

– Muchísimas gracias Charo – me dijo llorando – De todas formas he pensado hablar con el casero. Igual nos deja aplazar el alquiler.

El piso en el que vivimos antes era el doble de grande. Hace unos años nuestro casero dividió su vivienda en dos. En una parte vive él con su hijo y en la otra vivimos nosotras de alquiler. 

Al día siguiente, durante la comida, Sofía me dijo que había hablado con el casero.

– Creo que deberíamos haber ido las dos – la dije – ¿por qué has ido sin decírmelo?

– En realidad he hablado con el hijo.

– ¿Y…?

– Me ha dicho que no nos pueden aplazar el alquiler. Los únicos ingresos que tienen son la pensión de su padre y nuestro alquiler. Él es autónomo y lleva mes y medio sin trabajar. Ni tiene paro ni perspectivas de cuando volverá a tener ingresos. Además, tienen que pagar la residencia de su madre… y blablablá.

– No pasa nada, pago tu parte y ya haremos cuentas. 

– El hijoputa me ha propuesto sexo a cambio del alquiler – me soltó de golpe.

– ¿Qué? ¡Pero qué dices! – grité alucinada e incrédula – ¡pero si está buenísimo!

– Tenemos que pensarlo…

– ¿Tenemos? – pregunté sin entender nada.

– A cambio de la mitad del alquiler y de la mitad de los gastos, me propone quedar una vez a la semana. Pero quiere estar con las dos. 

– Pero… ¡Ni hablar!

-Y dice que puede que venga solo o acompañado de un amigo.

– ¿Me estás pidiendo que tengamos sexo a cambio de dinero? ¡¿Sabes cómo se llama eso?! 

– Tú lo has dicho, está buenísimo – me replicó mi amiga ignorando mi última frase – dice que lleva mucho tiempo sin follar y está que se sube por las paredes.

– Y nosotras – la contesté pensativa. 

Esa noche tuve que masturbarme mientras me imaginaba liada con el hijo de nuestro casero.

A la mañana siguiente le dije a mi amiga del alma que lo sentía mucho pero que no podía contar conmigo para eso. 

– Lo entiendo – me dijo mientras miraba su móvil – te acabo de mandar una cosa.

Abrí el whatsapp y sí, tenía una foto… ¡y vaya foto!

Se veía un perfecto torso de hombre con todos los músculos marcados, depilado y muy muy apetecible.

– Es nuestro vecino, mmmm… y se llama Jota – me dijo poniendo un tono seductor – ¿Sigues sin querer pasar un buen rato con él?

– Joder tía, ¿y de verdad nos va a descontar la mitad del mes?

Tras confirmarle que aceptábamos su oferta nos dijo que se alegraba mucho y que seguro que nos íbamos a divertir. También nos mandó una pequeña lista con una serie de instrucciones que debíamos cumplir antes de recibir a nuestros “clientes”. 

Los problemas económicos de mi amiga, lo bueno que está nuestro vecino y las ganas que tenemos de sexo pudieron con todas nuestras dudas. 

Y llegó el momento de nuestra “cita” a cuatro. Sofía y yo hicimos todos los preparativos: bajamos las persianas, preparamos algo de comer y de beber, dejamos el salón tenuemente iluminado, pusimos una música rara que nos pasó nuestro vecino, que era muy tranquilita, y les recibimos solo con un conjunto negro, medias y tacones. Tenía que ser así, pero nosotros nos pusimos por encima unas batas de seda cortas y muy elegantes. A la hora convenida dejamos la puerta ligeramente abierta y esperamos nerviosas y expectantes en el salón.

De repente se abrió la puerta y oímos los pasos que se acercaban. 

– Hola chicas, os presento a mi amigo Miguel – dijo mientras nos manteníamos a cierta distancia.

– Hola – respondimos – bienvenidos, caballeros.

– Veo que habéis cumplido con todas mis peticiones – comentó amablemente – estáis preciosas.

Miguel y Jota llevaban puesto unas mascarillas de las buenas y se sentaron cada uno en un borde del sofá. Jota venía con una camiseta ajustada marcando músculo. Miguel, al contrario, no tenía pinta de hacer deporte, aunque era alto y de complexión delgada. Ambos tenían buena conversación y parecían educados.

Mientras tomamos algo hablamos un poco del virus, de que eran amigos de la infancia como nosotras y de que todos llevábamos mucho tiempo sin pasarlo bien. Y cada vez que me fijaba en mi vecino… puff… me lo comía con la imaginación.

La conversación picante hizo que poco a poco Sofía y yo nos fuéramos relajando y que el ambiente se fuera caldeando. Fue entonces cuando Jota comenzó a dar órdenes.

– Chicas, ¿qué os parece si hacéis un baile para nosotros y nos enseñáis lo que lleváis debajo de esa bata?

En ese momento comenzó la fiesta. 

Sofía y yo nos pusimos de pie y empezamos a movernos lentamente al ritmo de la música. Mi amiga, sin pensárselo dos veces, se puso de espaldas a los chicos, se abrió la bata y comenzó lentamente a bajarla. Los dos empezaron a animarla y a aplaudir. Cuando por fin dejó caer la bata al suelo se inclinó como si fuera a cogerla moviéndose de forma muy provocativa, presumiendo de su espectacular culo solo cubierto por el fino hilo del tanga. Guau, eso iba a ser difícil de superar…

Si Sofía presumía de culo yo iba a presumir de mis pechos. De frente a ellos comencé a desabrocharme la bata mientras movía mis caderas suavemente. Los chicos me jaleaban y yo me dejé llevar. Primero dejé a la vista mis hombros, luego un brazo, después el otro… y por fin la prenda cayó. Hice como que me tapaba mis pechos y mi entrepierna, jeje, fue divertido.

– ¡Fuera ropa! – ordenó Jota a Miguel, y se acercó a nosotras – Sois increíbles, chicas. Me encantan vuestros conjuntos.

Miguel se quedó completamente desnudo, mostrando un gran miembro erecto, y volvió a sentarse en el sofá. Siguiendo las instrucciones de nuestro vecino, nosotras nos arrodillamos una a cada lado de Jota, que nos esperaba impaciente. 

Sofía, que estaba entre los dos chicos, agarró la base de la polla sin pensárselo y se la metió en la boca saboreándola lentamente. A veces se la metía muy profundo y otras dejaba que su lengua recorriera todo el capullo suavemente. La verdad es que me impresionó mucho verla chupar de esa manera. Noté cómo me excitaba por momentos y cuando se paró para ofrecérmela no supe si buscar su boca o hacerla caso y relevarla en la mamada.

Hice lo esperado y comencé a disfrutar de un hombre casi dos meses después de la última vez.

En alguna ocasión chupábamos las dos a la vez, cada una por una parte o mientras una se la metía en la boca la otra saboreaba los huevos. Nos fuimos alternando durante un buen rato hasta que Miguel se puso de pie y comenzó a desnudarse.

– Ahora me toca a mí – y volvió a sentarse.

Sofía se giró y rápidamente se metió la nueva polla en la boca. Yo me fui hasta el otro extremo del sofá y me junté a mi amiga, que tragaba con ganas.

Jota se incorporó, se puso un condón y se introdujo despacio en mi amiga, que al recibir las primeras embestidas dejó a nuestro vecino libre. Por fin pude tener al hijo buenorro de mi casero solo para mí. Deslicé mi mano por dentro del tanga y comencé a acariciar mi clítoris a la vez que daba un lametazo tras otro.

Miguel daba muy fuerte a Sofía. Los golpetazos de los cuerpos eran muy sonoros y mi amiga gemía sin reprimirse en absoluto. Yo estaba tan cachonda que sentía que si aceleraba un poco mis caricias me corría al instante. Pero paré porque quería seguir disfrutando y esperar mi turno.

Sin avisarme, Jota se corrió en mi boca. No me lo esperaba y la primera explosión de su polla me la tragué entera. Los gemidos y pequeños gritos de Sofía aumentaron demostrando que ella también se estaba corriendo. Miguel se mantenía bien sujeto a las caderas de mi amiga y seguía bombeando con ganas hasta que Jota dijo que teníamos que cambiar.

El buenorro se incorporó con su miembro chorreando y me ayudó a levantarme amablemente. 

– Siéntate – me dijo.

A Sofía le costó ponerse en pie. 

– ¡Me tiemblan las piernas! – le dijo a su amante mientras estiraba un poco la espalda – ¡vaya polvazo!

Jota me ordenó que me quitara el sujetador y el tanga y me sentara en el borde bien abierta de piernas. Miguel se subió al sofá ofreciéndome su gran polla que la recibí en mi boca con gusto.

– Cómeselo – ordenó Jota.

Me estremecí al oír esa orden. Cerré los ojos sin dejar de chupar al sentir las manos de Sofía que se apoyaban en mis muslos. Un instante después un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al notar la lengua de mi mejor amiga rozar mi clítoris.

Yo nunca había estado antes con una mujer. Es verdad que alguna vez me había dado un pico con alguna amiga, incluida Sofía, pero solo en plan risas. Cuando estábamos mamándosela a Miguel ya me habían dado ganas de besar a Sofía. Mientras me lo comía, es lo que más deseaba. Quería besarla, devorarla, frotarme con ella… Jamás lo hubiera pensado pero en ese momento, mientras se la iba comiendo de forma alterna a Miguel y a Jota, lo que me pasaba por la cabeza era poder besar a mi amiga.

Sofía empezó con suaves lametones en los labios y en el clítoris. Recorría de arriba abajo todo mi sexo y volvía a empezar. Una y otra vez. Apenas podía gemir porque tenía siempre mi boca llena, mientras con cada mano agarraba por la base cada una de las pollas. Miguel y Jota me acariciaban los pechos cuando mi amiga se puso a batir su lengua contra mi clítoris hasta que no pude más y mi cuerpo empezó a estremecerse. Los espasmos me impidieron seguir con lo que estaba haciendo con mi boca aunque mis manos seguían aferradas a los hombres.  

-¡Para, para! – gritó Jota dejándome a puntito de caramelo.

Me quejé, pero fue inútil.

Miguel se puso tranquilamente un condón, se colocó entre mis piernas y se hundió dentro de mi con una tremenda facilidad. Al principio la sacaba lentamente hasta la punta y luego la metía de golpe, así varias veces. Disfrutaba clavándomela y a mi me encantaba también.

Mientras tanto el buenorro de Jota puso a Sofía en noventa grados apoyada en el reposabrazos del sofá y empezaron a follar. 

Mi amante se puso a bombear constantemente, cada vez más rápido. Aquello me gustaba más. Eché mano a mi clítoris y no tardé ni cinco segundos en correrme. A pesar de los jadeos de placer y los espasmos, Miguel siguió dándome cada vez con más ganas. Se estaba poniendo colorado de tanto esfuerzo hasta que, entre pequeños gritos y con la respiración entrecortada, se corrió por fin.

Nos quedamos sentados en el sofá, recuperando el ritmo cardiaco normal, mientras disfrutábamos de ver como Jota penetraba una y otra vez a Sofía hasta que llegó al orgasmo.

Nos quedamos unos minutos charlando y tomando algo hasta que dijeron que se marchaban. 

Sofía y yo nos abrazamos fuertemente. El temor que teníamos antes de empezar se convirtió en una satisfacción enorme. Fue una gran sesión de sexo y el origen de una nueva etapa en nuestra amistad.

Al rato de irse recibimos un mensaje de Jota que decía: “Chicas, ha sido maravilloso. Miguel se ha ido encantado, se lo ha pasado en grande. Ya he comenzado a recuperar el dinero que no os cobraré del alquiler. Hasta la semana que viene”.

 

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